sábado, 1 de octubre de 2016

TEXTO La construcción social de la realidad



Capítulo 1. La realidad de la vida cotidiana

La vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. El mundo de la vida cotidiana no solo se da por establecido como realidad por los miembros ordinarios de la sociedad en el comportamiento subjetivamente significativo de sus vidas. Es un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que está sustentado como real por éstos.
El análisis fenomenológico de la vida cotidiana, o más bien de la experiencia subjetiva de la vida cotidiana, es un freno contra todas las hipótesis causales o genéticas, así como contra las aserciones acerca de la situación ontológica de los fenómenos analizados.
No necesitamos insistir en que el tomar conciencia del edificio del Empire State se diferencia del tomar conciencia de una angustia. Un análisis fenomenológico detallado revelaría las diversas capas de experiencia y las distintas estructuras de significado que intervienen. Lo que nos interesa aquí es el carácter intencional común de toda conciencia.
Mi conciencia, pues, es capaz de moverse en diferentes esferas de realidad. Dicho de otra forma, tengo conciencia de que el mundo consiste en realidades múltiples. Cuando paso de una realidad a otra, experimento por esa transición una especie de impacto. Este impacto ha de tomarse como causado por el desplazamiento de la atención que implica dicha transición. Este desplazamiento puede observarse con suma claridad al despertar de un sueño. Entre las múltiples realidades existe una que se presenta como realidad por excelencia. Es  la realida de la vida cotidiana, y es la realidad suprema.
Este estado de plena vigilia con respecto a existir y aprehender la realidad de la vida
cotidiana es para mí algo normal y evidente por sí mismo, vale decir, constituye mi actitud natural, aprehendo la realidad como una realidad ordenada.
La realidad de la vida cotidiana se presenta ya objetivada. El lenguaje usado en la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones indispensables y dispone el orden dentro del cual éstas adquieren sentido y dentro del cual la vida cotidiana tiene significado para mí. El lenguaje marca las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos significativos.
Lo que “aquí y ahora” se me presenta en la vida cotidiana es lo realissimum de mi conciencia. Sin embargo, abarca fenómenos que no están presentes “aquí y ahora”.
Lo más próximo a mi es el mundo que está a mi alcance, el mundo en el que actúo a fin de modificar su realidad, o el mundo en el que trabajo y es  mi mundo por excelencia. La realidad de la vida cotidiana incluye zonas que no me resultan accesibles de esta manera. Pero, o bien no tengo un interés pragmático en esas zonas, o bien mi interés por ellas es indirecto en tanto puedan ser para mi mis zonas manipulativas en potencia.
La realidad de la vida cotidiana se me presenta además como un mundo intersubjetivo, un mundo que comparto con otros. El mundo de la vida cotidiana es tan real para los otros como lo es para mí. También se, por supuesto, que los otros tienen de este mundo común una perspectiva que no es idéntica a la mía. Hay una correspondencia continua entre  mis  significados y sus   significados en este mundo, que compartimos un sentido común de la realidad   de éste. El mundo de la vida cotidiana se impone por sí solo y cuando quiero desafiar esa imposición debo hacer un esfuerzo deliberado y nada fácil.
El sector no problemático de la realidad cotidiana sigue siéndolo solamente hasta nuevo aviso, es decir, hasta que su continuidad es interrumpida por la aparición de un problema. Cuando esto ocurre, la realidad de la vida cotidiana busca integrar el sector problemático dentro de que ya no es problemático.
La temporalidad   es una propiedad intrínseca de la conciencia. Es posible distinguir diferentes niveles de esta temporalidad que se da intrasubjetivamente. El mundo de la vida cotidiana tiene su propia hora oficial, que se da intersubjetivamente. Esta hora oficial puede entenderse como la intersección del tiempo cósmico con su calendario establecido social mente según las secuencias temporales de la naturaleza, y el tiempo interior, en sus diferenciaciones. Tanto mi organismo como la sociedad a que pertenezco me imponen a mi tiempo interior, ciertas secuencias de hechos que entrañan una espera. Toda mi existencia en este mundo está ordenada continuamente por su tiempo, está verdaderamente envuelta en él.
El conocimiento de mi muerte inevitable hace que este tiempo sea limitado para mí. Cuando solo con una determinada cantidad de tiempo disponible para realizar mis proyectos, y este conocimiento afecta mi actitud hacia esos proyectos. Asimismo, puesto que no quiero morir, este conocimiento inyecta una angustia subyacente en mis proyectos. Mi espera se volverá ansiosa según el grado en que la finitud del tiempo gravite sobre el proyecto. La misma estructura temporal, es coercitiva, “lo primero es lo primero”. La misma proporciona la historicidad que determina mi situación en el mundo de la vida cotidiana.


Berger, Peter L.; Luckmann, Thomas. (1986). La construcción social de la realidad. . 25 abril 2016, de Buenos Aires: Amorrortu. Sitio web: org/wiki/La_construcción_social_de_la_realida
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