Capítulo 1. La realidad de la vida
cotidiana
La
vida cotidiana se presenta como una realidad interpretada por los hombres y que
para ellos tiene el significado subjetivo de un mundo coherente. El mundo de la
vida cotidiana no solo se da por establecido como realidad por los miembros
ordinarios de la sociedad en el comportamiento subjetivamente significativo de
sus vidas. Es un mundo que se origina en sus pensamientos y acciones, y que
está sustentado como real por éstos.
El
análisis fenomenológico de la vida cotidiana, o más bien de la experiencia
subjetiva de la vida cotidiana, es un freno contra todas las hipótesis causales
o genéticas, así como contra las aserciones acerca de la situación ontológica
de los fenómenos analizados.
No
necesitamos insistir en que el tomar conciencia del edificio del Empire State
se diferencia del tomar conciencia de una angustia. Un análisis fenomenológico
detallado revelaría las diversas capas de experiencia y las distintas
estructuras de significado que intervienen. Lo que nos interesa aquí es el
carácter intencional común de toda conciencia.
Mi
conciencia, pues, es capaz de moverse en diferentes esferas de realidad. Dicho
de otra forma, tengo conciencia de que el mundo consiste en realidades
múltiples. Cuando paso de una realidad a otra, experimento por esa transición
una especie de impacto. Este impacto ha de tomarse como causado por el
desplazamiento de la atención que implica dicha transición. Este desplazamiento
puede observarse con suma claridad al despertar de un sueño. Entre las
múltiples realidades existe una que se presenta como realidad por excelencia.
Es la realida de la vida cotidiana,
y es la realidad suprema.
Este
estado de plena vigilia con respecto a existir y aprehender la realidad de la
vida
cotidiana es para mí algo normal y evidente por sí mismo, vale decir,
constituye mi actitud natural, aprehendo la realidad como una realidad
ordenada.
La
realidad de la vida cotidiana se presenta ya objetivada. El lenguaje usado en
la vida cotidiana me proporciona continuamente las objetivaciones
indispensables y dispone el orden dentro del cual éstas adquieren sentido y
dentro del cual la vida cotidiana tiene significado para mí. El lenguaje marca
las coordenadas de mi vida en la sociedad y llena esa vida de objetos
significativos.
Lo
que “aquí y ahora” se me presenta en la vida cotidiana es lo realissimum de mi conciencia. Sin embargo, abarca
fenómenos que no están presentes “aquí y ahora”.
Lo
más próximo a mi es el mundo que está a mi alcance, el mundo en el que actúo a
fin de modificar su realidad, o el mundo en el que trabajo y es mi mundo por excelencia. La realidad
de la vida cotidiana incluye zonas que no me resultan accesibles de esta
manera. Pero, o bien no tengo un interés pragmático en esas zonas, o bien mi
interés por ellas es indirecto en tanto puedan ser para mi mis zonas
manipulativas en potencia.
La
realidad de la vida cotidiana se me presenta además como un mundo intersubjetivo, un mundo que
comparto con otros. El mundo de la vida cotidiana es tan real para los otros
como lo es para mí. También se, por supuesto, que los otros tienen de este
mundo común una perspectiva que no es idéntica a la mía. Hay una
correspondencia continua entre
mis significados y sus significados en este mundo, que
compartimos un sentido común de la realidad de
éste. El mundo de la vida cotidiana se impone por sí solo y cuando quiero
desafiar esa imposición debo hacer un esfuerzo deliberado y nada fácil.
El
sector no problemático de la realidad cotidiana sigue siéndolo solamente hasta
nuevo aviso, es decir, hasta que su continuidad es interrumpida por la
aparición de un problema. Cuando esto ocurre, la realidad de la vida cotidiana
busca integrar el sector problemático dentro de que ya no es problemático.
La
temporalidad es una
propiedad intrínseca de la conciencia. Es posible distinguir diferentes niveles
de esta temporalidad que se da intrasubjetivamente. El mundo de la
vida cotidiana tiene su propia hora oficial, que se da intersubjetivamente. Esta hora oficial puede entenderse como la
intersección del tiempo cósmico con su calendario establecido social mente según
las secuencias temporales de la naturaleza, y el tiempo interior, en sus
diferenciaciones. Tanto mi organismo como la sociedad a que pertenezco me
imponen a mi tiempo interior, ciertas secuencias de hechos que entrañan una
espera. Toda mi existencia en este mundo está ordenada continuamente por su
tiempo, está verdaderamente envuelta en él.
El
conocimiento de mi muerte inevitable hace que este tiempo sea limitado para mí. Cuando solo con una determinada cantidad de tiempo
disponible para realizar mis proyectos, y este conocimiento afecta mi actitud
hacia esos proyectos. Asimismo, puesto que no quiero morir, este conocimiento
inyecta una angustia subyacente en mis proyectos. Mi espera se volverá ansiosa
según el grado en que la finitud del tiempo gravite sobre el proyecto. La misma
estructura temporal, es coercitiva, “lo primero es lo primero”. La misma
proporciona la historicidad que determina mi situación en el mundo
de la vida cotidiana.
Berger, Peter L.; Luckmann, Thomas. (1986). La construcción social de la realidad. . 25 abril 2016, de Buenos Aires: Amorrortu. Sitio web: org/wiki/La_construcción_social_de_la_realida
Berger, Peter L.; Luckmann, Thomas. (1986). La construcción social de la realidad. . 25 abril 2016, de Buenos Aires: Amorrortu. Sitio web: org/wiki/La_construcción_social_de_la_realida
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